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Hace 21 años se le llevaron a su hijo: La conmovedora historia de una víctima de la violencia

Con la voz pausada por la tristeza que lleva en su corazón y las lágrimas que comenzaban a brotar, Himelda recordó a Andrés con un profundo amor, “él me decía lindura, me llevaba las florecitas que se encontraba por el camino. Si hoy pudiese escucharme le diría que yo lo amo y lo seguiré amando hasta mi último suspiro”, concluyó.

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En la capital del Meta vive Himelda Aiza, una mujer sonriente y dulce, víctima de la violencia en el país desde hace más de 21 años cuando junto a sus hijos tuvo que salir del Vichada para evitar que fuesen reclutados por grupos armados.

Pese a lo anterior, no logró salvarlos a todos de la violencia infame que ha golpeado a Colombia durante tantos años y que sembró un dolor indescriptible en un sinnúmero de familias. “Fue un diez de noviembre, hoy hace 21 años, cuando mi hijo Andrés Armando Ariza salió a jugar fútbol, porque él quería ser un gran jugador, y no regresó”, expresó Himelda al inicio de esta entrevista.

Andrés diariamente sobre las cinco de la tarde alistaba su balón y lo amarraba a su bicicleta para ir a cumplir esa cita con su deporte favorito, aunque no tenían recursos económicos para comprar unos guayos, se las ingeniaba y había conseguido que uno de sus amigos le regalara unos tenis. Él ese día cogió a llamarme en la puerta para despedirse, hoy en día me lamento porque yo hubiese podido abrazarlo, decirle cuánto lo quería, pero nunca me imaginé que ese sería el último día en que yo lo vería a él, manifestó Himelda.

Ariza hacia parte de un equipo que jugaba en el barrio Manantial de Villavicencio. “Eran como 20 muchachos y a todos los desaparecieron ese día”, afirmó Himelda. Desde aquel entonces, motivada por el amor desmedido de una madre, la angustia e incluso el dolor de su ausencia, comenzó una búsqueda llena de obstáculos y caminos que parecían no tener salida.

Lo buscaba en las calles y cuando veía un muchacho por ahí en el suelo se acercaba para ver si tenía los lunares característicos de Andrés, pero ninguno era él, hasta que un día dejó de buscarlo. Las fechas especiales como el 31 de diciembre cuando Andrés cumplía años y le compraban una torta pequeñita con una velita para festejar, ahora solo eran días de profundo dolor.

Himelda cuenta que, hace unos años apareció un desmovilizado que había sido reclutado junto a su hijo. “Él me dijo que mi hijo le había dicho que si le llegaba a pasar algo buscara a la familia y le contara lo sucedido. Vino y nos dijo que no lo buscáramos más porque lo habían asesinado a los 12 días que se lo llevaron y lo enterraron en una fosa junto a cerca de otras 300 víctimas en el sector de El Tropezón en Puerto López”.

Un relato de horror reveló el desmovilizado ante la Fiscalía, habían acabado con la vida de Andrés y su cuerpo había sido sometido a una extrema crueldad que caló en la mente y el corazón de Himelda, llevándola a imaginar una y otra vez lo que le habían hecho a su hijo.

Con aquella noticia, una vez más se le quebró el alma y la vida a Himelda, quien guardaba la esperanza de que su hijo algún día volvería. Hay canciones que se lo recuerdan, pero en especial mencionó Se me olvidó otra vez, de Juan Gabriel, pues aseguró que vive parte de esa letra, “no me he querido ir para ver si algún día, que tú quieras volver me encuentres todavía. Por eso, aún estoy en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente”…

Al preguntarle a esta mujer si podría perdonar a los responsables de todo lo sucedido a Andrés, afirmó que ya lo hizo desde el momento en que se enteró que él estaba muerto, pues es consciente de que el odio no lleva a nada.

Durante este camino, Himelda asegura que ha estado totalmente abandonada por el gobierno. “Ni siquiera por el desplazamiento nos han indemnizado para poder comprar una casa y tener donde vivir no digamos que, como una reina, pero sí esos últimos años vivirlos en paz”.

Fue en el teatro donde encontró un remedio para su alma, junto a sus compañeras comenzó un proceso de sanación que ha ido transformado su vida. Hoy tiene un muñeco de trapo en memoria de su hijo, que la acompaña y lleva símbolos de su lucha por encontrarlo.

Con la voz pausada por la tristeza que lleva en su corazón y las lágrimas que comenzaban a brotar, Himelda recordó a Andrés con un profundo amor, “él me decía lindura, me llevaba las florecitas que se encontraba por el camino. Si hoy pudiese escucharme le diría que yo lo amo y lo seguiré amando hasta mi último suspiro”, concluyó.

“Yo toda la vida lo esperé y toda la vida lo sigo esperando”

Himelda guarda la esperanza de que algún día le entreguen los restos de Andrés y así poder cerrar ese doloroso capítulo.